Érase un pueblo que tenía un santo. Un día, cercana la conmemoración religiosa en la que la centralidad era de la venerada imagen, sus fieles descubren que su objeto de devoción ha sido “restaurado”, nada más que ya no corresponde con la conocida por miles de feligreses.
Preguntan en voz alta, recibiendo como respuesta del Obispo de la Diócesis , que la imagen tradicional es la que está en la iglesia del lugar . La sapiencia popular no le cree, pues hasta el cruce de las manos, entre otros detalles, es lo contrario en la imagen original.
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