El Estado se ha convertido en una especie de contratista de contratistas. Construye y hace cosas, más o menos eficientemente -más menos que más-, sin echarle cabeza al por qué de las cosas o el para qué de ellas. La mayoría de quejas que diariamente salen en los diarios de comunidades llorosas por la falta de atención estatal tiene que ver con construcción. Estamos en el mundo del bloque.
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